Las campanas predican la ortodoxia

CampanasPie es un hombre del misterio, un hombre mistagógico, es decir, introductor de sus fieles en el sentido mistérico de la vida cristiana, como se nos revela a través de actos aparentemente banales y pequeños, pero que por el hecho de haber sido realizados con tanta magnanimidad cobran relevante significación.

Pongamos por ejemplo algo tan simple como el rito de bendición de las campanas, y veamos sobre qué inmenso horizonte lo proyectaba.

La campana que bendecimos, dice en una de esas ocasiones, es la campana católica, la campana de la universalidad, investida de un misterio sagrado, ya que la campana es un predicador, un sonido de Dios. Esa campana acompaña al cristiano desde la cuna a la tumba. Resuena por primera vez en su vida cuando recibe el bautismo, alegrándose por el nacimiento de un nuevo hijo de Dios. Tañe el día de su primera comunión, redoblando sus acentos ante tan grande maravilla. Lo acompaña asimismo cuando contrae matrimonio, mezclando sus sones con los tañidos del corazón de los esposos y de sus amigos. Lo sigue a lo largo del día, anunciando las horas del Angelus. En el curso de la semana, se deja oír cada domingo pregonando la hora del Santo Sacrificio. Su sonido llega incluso hasta los oídos de los que quieren permanecer sordos a los llamados de Dios, hasta los hombres apóstatas de nuestro tiempo, en quienes despierta la nostalgia del Padre abandonado; llega hasta aquellos que se cierran a la voz de la naturaleza y de su conciencia, hablando del Señor a los insensatos que se obstinan en decir: “no hay Dios”, hablando de la muerte a los que viven como si jamás debiesen morir. No recurren, por cierto, a la campana los profanos y sacrílegos para anunciar sus fiestas, aunque las realicen en antiguas iglesias de las que se han apoderado. Tienen razón. Lo lógico sería que rompieran las campanas que hablan del cielo, mientras ellos preparan  escenas de infierno[1].

“La herejía –concluye Pie- no quiere las campanas (preguntad a Lutero y a Calvino), no las quiere porque la campana sigue siendo ortodoxa, porque su voz no cambia para prestarse a las disonancias de la doctrina, a las alteraciones del dogma. La campana no es apóstata”[2].

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NOTAS

[1] Cfr. PIE, card. Louis E. Obras Completas,T. I, pp. 650-656. En: SÁENZ, A. El Cardenal Pie. Lucidez y coraje al servicio de la verdad, 2ª ed., Gladius, 2007, p. 220.

[2] Ibídem., p. 657. En: Idem.

2 comentarios

  1. Excelente reflexión del Cardenal Pie. Es por ello que los apóstatas de la fe quieren prohibir el sonido de las campanas, que no suenen, porque les recuerda la casa del Padre por ellos abandonada.

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